Es muy frecuente en la consulta psicológica observar la presencia de multitud de pensamientos negativos en los pacientes. En estas líneas nos vamos a referir a la atribución. Ésta se definiría como la razón o causa por la cual una persona cree que le acontecen las cosas; sería la respuesta a la pregunta “por qué me ha sucedido esto a mí”. Todo esto referido tanto a eventos o acontecimientos positivos (de éxito, cabría decir) como negativos (de fracaso). Estas funcionarían como una especie de automensajes o autorreflexiones que nos diríamos repetidamente hasta formar un patrón de conducta.
Pues bien; hay personas que desarrollan una forma general de atribución, un “estilo atribucional” que es más favorecedor que otro y que tiene sus efectos en numerosos aspectos psicológicos tales como la autoestima, la motivación…
Tres son los componentes de la atribución psicológica:
-Lugar (locus) de control: Se refiere a cómo la persona establece quién es el “responsable” de lo ocurrido. Puede ser interno (la causa de lo que ha acontecido está dentro de la persona, es debido a su actuación, por ejemplo, “he suspendido por qué he estudiado poco”); o externo (la causa de lo ocurrido es debido a factores ajenos a uno mismo, por ejemplo, “he llegado tarde porque el autobús se ha retrasado”).
-La generalización temporal: Relativa a cómo serán los hechos en un futuro. Esta generalización puede ser estable (se piensa que lo acontecido y por lo que ha acontecido será inmutable y se seguirá repitiendo en el futuro, por ejemplo, “no tengo solución, siempre suspenderé”) o inestable (lo que ha acontecido y su razón se percibe como propio de un momento, un tiempo, mutable, por ejemplo, “hoy he llegado tarde porque el autobús se ha retrasado pero mañana seré puntual”).
-La generalización situacional. Relacionada con la extensión de la explicación o causa atribuida a un hecho, a otros hechos o situaciones de la vida. Puede ser global (la explicación dada para una situación sirve para otras muchas similares, por ejemplo, “he cocinado este plato de manera excelente y haré muchos más”) o específica (la causa que se ha atribuido a un acontecimiento no va a guardar relación, no se va a extender a otros similares, por ejemplo, “he suspendido este examen de conducir pero la semana que viene lo bordo”).
El uso habitual de alguna de las combinaciones resultantes de estos tres componentes es lo que da lugar a los diferentes “estilos atribucionales”. Asumiendo que una persona debe ser realista (en el sentido de reconocer sus limitaciones y no caer en el exceso de optimismo ni en el extremo perfeccionismo) y que en muchas ocasiones “lo podemos hacer mal”, desde Áncora Gabinete de Psicología les animamos a que trabajen por tener este estilo atribucional:
Para éxitos: interno, estable y global.
Para fracasos: externo, inestable y específico.
Así, ante un acontecimiento favorable, deberíamos decirnos muchas veces: “esto lo he logrado por mí mismo, lo haré ante muchas cosas y, además, en muchos momentos de mi vida”, evitando decirnos “bueno, ha sido la suerte, y solo para esto y en este momento”. Ante un fracaso: “qué examen más complicado, seguro que el siguiente lo apruebo, y también los de las otras asignaturas”, no diciéndonos “está claro que no sirvo para estudiar ni esto ni nada y siempre será así”
Seguro que todos los lectores podrán poner muchos ejemplos de su forma habitual de atribución. Les animamos a que sigan (o comiencen) a sentirse responsable también de los éxitos y no, como ocurre muchas veces, de los fracasos.
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