Fobias:
Consisten en un temor acusado y persistente que aparece ante la presencia o la anticipación de un objeto o una situación, y que desencadenan episodios o vivencias ansiosas significativas, que puede tomar la forma de una crisis de angustia. La persona reconoce que este miedo es excesivo o irracional. Distinguimos entre fobia específica, fobia social y agorafobia.
Fobia específica: Cuando este temor acusado está relacionado con un objeto o situación específicos (por ejemplo, volar, animales, inyecciones, visión de sangre, etc.).
Fobia social: Cuando esta ansiedad es en respuesta a situaciones sociales o a actuaciones en público se denomina fobia social.
Agorafobia: Cuando la aparición de ansiedad se da al encontrarse en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil, o donde, en el caso de aparecer síntomas de ansiedad puede no disponerse de ayuda, se denomina agorafobia. Se dice que lo más específico de este trastorno es presentar “miedo al miedo”. Los temores agorafóbicos suelen estar relacionados con un conjunto de situaciones características, entre las que se incluyen estar solo fuera de casa; mezclarse con la gente o hacer cola; pasar por un puente, o viajar en autobús, tren o automóvil.
En todos los casos el miedo y la dificultad de afrontamiento generan conductas de evitación que dificultan la vida cotidiana de la persona que los sufre. La interferencia en la vida de la persona puede ser grave, llevando a estados depresivos o al aislamiento social.
NUESTRO TRATAMIENTO:
Realizamos una intervención individual a través de la siguiente línea de trabajo:
-Nuestro objetivo prioritario es crear una relación terapéutica con el paciente de colaboración y trabajo en equipo a través del entendimiento, la empatía y aceptación incondicional de sus problemas.
-Promovemos que el paciente comprenda su problema y vaya aprendiendo a lo largo de las sesiones terapéuticas las formas para enfrentarse al problema y superarlo.
-Evaluamos de forma detallada el tipo de trastorno de ansiedad que padece la persona.
-Fijamos junto con la persona los objetivos a lograr con el tratamiento, a corto, a medio y a largo plazo.
-Diseñamos un tratamiento adecuado a las necesidades del paciente y aplicamos las técnicas más adecuadas para su problema y por planificaremos un programa de prevención de recaídas y de mantenimiento de los logros alcanzados en la terapia. Es esencial acudir al médico psiquiatra para que valore la posibilidad de pautar un tratamiento farmacológico que sirva como ayuda y apoyo al tratamiento psicológico.
-Es importante que la persona comprenda que aunque los fármacos pueden paliar a corto plazo el problema, no van a resolverlo, puesto que son tratamientos sintomáticos que pueden relajarle pero no pueden evitar sus temores, por este motivo es necesario que los fármacos vayan acompañado de una intervención psicológica.