shutterstock_102508097A todos nos gusta sentir que nos escuchan, que nos comprenden y que nos prestan atención. No hay duda de que esto es fundamental para nuestro bienestar emocional y es algo que buscamos en nuestras relaciones interpersonales. Pero, ¿lo hacemos nosotros? ¿Somos capaces de comprender las necesidades y vivencias de los demás, de ponernos en su situación? Es decir, ¿somos empáticos?

La empatía es la capacidad para ponerse en el lugar de otra persona, de descubrir sus necesidades y de percibir sus sentimientos. Se trata de una habilidad esencial en nuestro desarrollo personal porque afecta directamente a la manera en que nos relacionamos con los demás. Además de comprender qué puede estar sintiendo el otro nos ayuda a conocernos a nosotros mismos, ya que explorar los sentimientos de los demás nos obliga a haber tenido que analizar los propios. Tener una baja  empatía puede conllevar emociones negativas, problemas interpersonales y de adaptación en distintas áreas. Las personas que no desarrollan bien esta habilidad suelen tener problemas pues despiertan fácilmente la incomodidad de los demás y, precisamente por no saber reconocer correctamente los sentimientos ajenos, no alcanzan a entender por qué los otros se molestan. Es un rasgo común de las personas que solemos adjetivar como egocéntricas.

Nuestra capacidad de empatía puede estar condicionada por el modelo educativo con el que nos hayamos criado y las experiencias que hayamos vivido, pero no se trata de algo fijo y determinado. Al tratarse de una capacidad, aunque haya personas con mayor o menor facilidad para ella, es algo que se puede entrenar y mejorar a través de la práctica. Por ello vamos a dedicar la entrada de hoy a explicar en qué consiste la empatía y a proponer algunos  ejercicios sencillos que puedas practicar con el objetivo de mejorar esta destreza.

¿Qué es la empatía?
El término empatía procede del griego empatheia que significa “sentir dentro”. La empatía es necesaria y está presente en nuestras vidas desde el primer momento.  Esta capacidad de “leer” los sentimientos de los demás y comprender los nuestros es fundamental de cara a nuestro desarrollo y nos permite tener un adecuado funcionamiento en distintas áreas de nuestra vida, ya que gracias a ella podemos predecir las acciones, intenciones y sentimientos de otros.

Las primeras muestras de una base de empatía las podemos observar en los recién nacidos en lo que se denomina “llanto reactivo”, consistente en que el propio sonido del llanto de otros bebés puede provocar un contagio emocional en otros haciendo que reaccionen  de la misma forma. Hay estudios que demuestran que  durante el primer año de vida los niños no perciben a los demás como alguien distintos de ellos mismos por lo que el dolor ajeno puede confundirse con el propio, como si les estuviera sucediendo a ellos mismos. Durante el segundo año los niños ya comprenden que es otra persona la que experimenta los sentimientos, sin embargo no pueden entender que estos pueden ser distintos a los que él experimenta en ese momento. Es a partir de los 3 años cuando comienzan a entender que  los sentimientos que experimenta son diferentes a los que está teniendo la otra persona.

Ventajas de ser empático
Empatizar con los sentimientos de otra persona o con la situación en la que se encuentra en ese momento conlleva muchas ventajas, . Una de las más importantes es la de facilitar a la otra persona la expresión de sus sentimientos: ofrecer confianza a través de nuestros gestos, tono de voz, posición corporal y expresión facial facilita que el otro  transmita qué es lo que está sintiendo en ese momento, favoreciendo así su desahogo. Esto repercute de manera directa en nuestras relaciones sociales, ¿a quién no le gusta tener a un amigo o un familiar que de verdad sientes que te está comprendiendo?

La empatía es fundamental a la hora de  lograr nuestros objetivos. Si puedo “caminar con los zapatos de otra persona” va  a ser mucho más fácil que me pueda comunicar adecuadamente con ella. Además, cuando queremos conseguir algo de otra persona, esta habilidad nos va a suponer una enorme ventaja. Esto se usa de forma habitual en el mundo de la publicidad cuando nos hacen identificarnos con un personaje y ponernos así en su lugar, comprendiendo sus necesidades y en último término, haciéndolas nuestras.

Por otro lado, un exceso de empatía nos puede hacer sentir abrumados por la mezcla de sentimientos de los demás que muchas veces pueden ser negativos o contradictorios entre sí en situaciones que solo nosotros percibimos.

Ejercicios
Es cierto que algunas personas tienen mayor facilidad para poder ponerse en la piel de aquellos que lo rodean, mientras que otras tienen mucha dificultad para ver más allá de sí mismos. Sin embargo, el grado de empatía que podamos lograr no nos viene determinado de nacimiento, como hemos dicho anteriormente, sino que puede entrenarse. Debemos empezar por ser más conscientes de la manera en que nos comunicamos e intentar evitar algunos comportamientos que dificultan nuestra conexión con los demás, como puede ser juzgar o escuchar con prejuicios e ideas preconcebidas. Tampoco es plato de buen gusto para nadie que nuestro interlocutor nos de la razón o nos siga la corriente sin escucharnos, que le quite  importancia a nuestros sentimientos o que aproveche que mencionamos nuestros problemas  para hablar de sí mismo. Si nos damos cuenta de que la gente de  nuestro entorno no suele acudir a nosotros a la hora de compartir sus sentimientos puede que estemos cometiendo alguno de estos errores y estemos dificultando la comunicación.  

A continuación proponemos unos breves ejercicios para practicar esta habilidad y que puedas evaluar por ti mismo  si te resulta fácil o difícil ponerte en el lugar de otra persona:

– Párate a observar cómo reaccionas cuando una persona te está transmitiendo algo que le ha ocurrido. ¿Cómo son tus gestos?, ¿Cómo es tu postura corporal?, ¿realmente te puedes imaginar por lo que está pasando en ese momento o por cómo se puede sentir?

– Presta más atención a la comunicación no verbal que al significado de las palabras: fíjate en la postura corporal de la otra persona, su mirada, la expresión facial, los gestos, etc. Busca significado a todos estos aspectos. Una buena forma de practicar este ejercicio es viendo películas sin el sonido y tratar de interpretar lo que le está sucediendo a cada personajes.

– Durante cinco minutos imagina una situación, agradable o triste, con todos sus detalles. Puede ser desde cómo se siente un actor al recibir un premio que le va a marcar su carrera o hasta una madre que ha perdido a uno de sus hijos. ¿Qué puede sentir esa persona en ese momento? Enumera las emociones de ese momento.

Con estos ejercicios se persigue un doble objetivo: por un lado explorar cómo se sienten otras personas tratando de atender a sus sentimientos independientemente del grado de similitud que podamos tener con ellas. Por otro lado, queremos comprobar cómo nos sentimos nosotros al ponernos en contacto con estos aspectos, lo que nos ayudará también a tener acceso a sentimientos propios y con ello conseguir un mayor manejo emocional -tanto de emociones propias como de otras personas- y una mejor adaptación en distintas áreas vitales (laboral, social, familiar, etc.)

Para poder realizar estos ejercicios de una forma adecuada, debemos tener en cuenta que ser empático no  es lo mismo que estar de acuerdo con todo. Es decir, podemos estar en total desacuerdo con una persona, a la vez  que respetamos su posición y a ella misma.  

En Áncora Gabinete de Psicología creemos que una manera de avanzar más rápido y mejorar estas habilidades es haciéndolo de manera guiada y en grupo, y por eso tenemos iniciativas como los talleres de Habilidades Sociales. ¿Has trabajado alguna vez esta habilidad de manera consciente o específica? Cuéntanos cómo lo has hecho o si echas de menos espacios de trabajo como nuestros talleres para que te ayuden.