Todos nosotros estamos acostumbrados a ver diariamente semáforos a nuestro alrededor. Cuando vamos conduciendo, encontrar uno en rojo nos puede molestar un poco, aunque todos sepamos que tienen una función imprescindible para la circulación ya que sin ellos el tráfico sería un caos.
Pues bien, si estos semáforos nos ayudan en la conducción, ¿por qué no usamos «nuestro semáforo interior» para que nos ayude en el transcurso de nuestro día a día?, ¿dedicamos tiempo a observar cómo nos encontramos? Hacerlo nos permite aceptar y comprender mejor aquello que nos sucede.
Sería bueno preguntarnos a nosotros mismos en qué color nos encontramos en este instante. Nos ayudaría a aprender a conocernos y a regularnos siendo nuestro aliado y nuestro indicador para darnos cuenta cuando estamos pasando de un color a otro.
Aunque parezca mentira a los seres humanos nos pasa lo mismo que a los semáforos. El semáforo no pasa de verde a rojo, siempre pasa por el ámbar unos instantes. Lo mismo nos ocurre a nosotros, por mucho que digamos que nos encendemos y que pasamos de cero a cien… ¿Eso es del todo real? ¿Seguro que no pasas por ámbar al menos unos segundos?
Este ámbar personal nos puede ser de gran utilidad. Nos puede ayudar a dar marcha atrás volviendo al verde o por lo menos ayudarnos a quedarnos ahí y no pasar al rojo. Muchas veces el mero hecho de no pasar al rojo ya es un éxito. Quedarnos en el ámbar nos puede dar tiempo para reflexionar y buscar una mejor alternativa en lugar de dejarnos dirigir por nuestros impulsos.
Por eso consideramos de suma importancia aprender a identificar nuestros estados emocionales y es por ello que esta parte psicoeducativa y de regulación emocional suele ser una parte esencial en el trabajo con nuestros pacientes en Áncora Gabinete de Psicología.
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