Muchas personas acuden hoy en día a consulta porque notan que su extrema exigencia y su elevada necesidad de control les hacen sufrir. Esto puede llamar la atención, porque cuántos de nosotros, al preguntarnos por nuestros puntos débiles, no hemos mencionado estas características precisamente porque lo consideramos algo positivo.
Parece que, hoy en día, el ser perfeccionista y exigente está bien visto en nuestra sociedad. El problema es el alto precio que pagamos por ello cuando nos vemos desbordados.
Las personas que sufren por estas cualidades suelen presentar las siguientes características:
– Son personas con una elevada necesidad de control en su vida cotidiana. Esta necesidad de control les genera alivio y bienestar a corto plazo, el problema es que esta satisfacción acaba siendo “adictiva” y la persona intenta abarcar cada vez más y más y esto resulta perjudicial a largo plazo. Cuantas más cosas quiera controlar, más difícil será conseguirlas, más se les escapará la situación de las manos y más ansiedad le generará esta falta de control.
– Suelen gestionar mal la incertidumbre. El no saber, el dudar, lo inesperado, el azar, el dejar las cosas a “lo que surja”, el “sobre la marcha”, el “ya veremos”… son ideas que toleran francamente mal, ya que implican que las cosas no están cerradas ni atadas.
– Aceptan muy mal los errores. Además de presentar baja tolerancia a la frustración.
– Siempre están con la idea de que todo se puede hacer mejor o que no se hizo lo suficientemente bien. Son personas que viven con un escaso margen de éxito frente al gran margen de fracaso.
– Muchas veces anticipan en negativo. De esta manera piensan en todo aquello que podría ir mal para intentar buscar soluciones. Uno de los problemas es que no hay tiritas suficientes para todas las heridas que nos podríamos hacer. Además del sufrimiento innecesario y el tiempo malgastado. Palabras que suelen estar presentes en su diálogo interno y en sus conversaciones son los famosos y peligrosos: “y si…”
– Por lo tanto son personas que no suelen vivir el presente. Su cabeza suele estar más posicionada en el futuro.
Por todo esto, cuando el paciente acude a consulta escogemos la técnica más apropiada dependiendo del grado de interferencia que tenga esta autoexigencia en la vida de la persona, pero lo más habitual es utilizar técnicas de desactivación fisiológica (como la respiración abdominal o la relajación muscular progresiva) y técnicas cognitivo-conductuales con el objetivo de aumentar la tolerancia a la incertidumbre y modificar pensamientos automáticos e irracionales por otros más ajustados a la realidad y que permitan a la persona reducir emociones negativas. También se utilizan frecuentemente técnicas de Tercera Generación, como el Mindfulness o técnicas de atención plena, para que la persona pueda distanciarse de la necesidad de controlar el futuro y se centre en el momento presente.
Muy interesante el articulo, tomo nota, aunque es complicado.
Hola Sara.
Efectivamente cambiar estos aspectos no resulta sencillo, pero con un adecuado entrenamiento podremos aumentar nuestra calidad de vida y aprender a gestionar mejor las situaciones cotidianas.
¡Muchas gracias por comentar!