Este material sobre la ansiedad, relajación y sus beneficios ha sido elaborado gracias a artículos de autores como Miguel Costa, J.J. Miguel Tobal y  E.G. Fernández Abascal entre otros.

Aprendiendo a relajarnos podemos obtener muchos beneficios como eliminar dolores de cabeza desencadenados por la tensión de los músculos de la nuca o de la cara, que termina por generalizarse a todos los músculos que cubren el cráneo. También podremos aliviar o eliminar muchos otros dolores que dependen de una tensión muscular exagerada y sostenida, por ejemplo: dolores de hombros, espalda (lumbago)…

Me gustaría dedicar un espacio a explicar algunos de los beneficios que tiene practicar la relajación y el por que de los mismos junto con los mecanismos de nuestro cuerpo que se ven implicados.

Con la relajación muscular hacemos un entrenamiento de las vías neuro-musculares, es decir, de las vías nerviosas en relación con los músculos, que re-aprenden cómo ajustar el grado de relajación y contracción a las necesidades del momento tal y como hacíamos, sin darnos cuenta, de recién nacidos.

La ansiedad puntual es una respuesta adaptativa que nos permite actuar respecto a las demandas que nos va planteando la vida.

El miedo también es una emoción útil, seleccionada por la evolución por su importancia protectora frente a los peligros.

Lo mismo podemos decir de las preocupaciones diarias: pensar en lo que nos preocupa nos permite encontrar soluciones a los problemas.

Pero en ocasiones, la ansiedad, el miedo y la preocupación se convierten en algo demasiado intenso, duradero y molesto. Pasan a formar parte del problema, no de la solución y nos hacen sufrir en exceso.

La ansiedad parece más bien un asunto de la mente, pero que está claramente ligada al cuerpo a través de contracciones musculares y otras respuestas orgánicas desencadenadas por un desequilibrio entre los dos sistemas que constituyen el SISTEMA NERVIOSO AUTONOMO: EL SNS (Simpático) y el SNP (Parasimpático).

En la figura siguiente se identifican los dos subsistemas básicos del sistema nervioso que intervienen en la respuesta de estrés y en su recuperación. Son subsistemas que requieren estar en equilibrio para garantizar el desarrollo y supervivencia de la especie humana, (cuando uno está activado el otro no puede estarlo a la vez)

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Ambos sistemas garantizan que el organismo gaste la energía suficiente como para hacer frente a los problemas y la reponga y acumule para que el organismo esté listo y preparado para nuevas situaciones.

FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA NERVIOSO AUTONOMO:

Cuando estamos estresados, nuestro organismo concentra sus energías y suspende el flujo energético a otras funciones corporales menos necesarias en ese momento para la supervivencia. El organismo se prepara para luchar o para huir del estresor. Se ponen en funcionamiento una serie de mecanismos cuya finalidad es librarnos de él. Estos mecanismos, enormemente complejos, se pueden describir de una forma simplificada de la siguiente manera:

Cuando percibimos un peligro (p. ejemplo, un coche que se nos echa encima) esa percepción activa el primer circuito cerebral implicado en traducir esa señal al lenguaje del cerebro para ponerle en estado de alerta lanzando una hipótesis que se dirige a las amígdalas y al cercano hipocampo (región clave para el almacenaje de la memoria) quienes rápidamente lo comparan con recuerdos semejantes.

La amígdala se convierte en un importante vigía de la vida mental, una especie de centinela psicológico que afronta toda situación, toda percepción, considerando una sola cuestión, la más primitiva de todas: «¿Es algo que odio? ¿Qué me pueda herir? ¿A lo que temo?» Si la conclusión a estas preguntas es tranquilizadora el estado de alerta general se paraliza. En el caso de que la respuesta sea afirmativa, la amígdala reaccionará al momento poniendo en funcionamiento todos sus recursos neurales y cablegrafiando un mensaje urgente a todas las regiones del cerebro, lanzando una señal de alarma que activa el hipocampo, el tallo cerebral y el sistema nervioso autónomo.

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Las señales procedentes de la amígdala se proyectan al hipotálamo,encargado de segregar una sustancia que activa la respuesta de urgencia y responsable de la regulación de los sistemas nerviosos simpático y parasimpático, lo cual significa que regula cosas como el pulso, la presión sanguínea, la respiración, y la activación fisiológica en respuesta a circunstancias emocionales. También regula tu hambre, sed, respuesta al dolor, niveles de placer, satisfacción sexual, ira y el comportamiento agresivo entre otras cosas.

El hipotálamo recibe entradas desde varias fuentes. Nos centraremos en una, el nervio vago, desde el que adquiere información sobre la presión sanguínea y la distensión de la tripa (eso es, cuanto de lleno está tu estómago).

Desde aquí el impulso se transmite, por un lado, por vía nerviosa, hasta los diferentes órganos y sistemas donde existen terminaciones en las que se segrega un mediador químico: la noradrenalina, hormona que aumenta la reactividad de ciertas regiones cerebrales clave entre las que destacan aquéllas que estimulan los sentidos y ponen el cerebro en estado de alerta.

Por otra parte a través de la sangre, mediante sustancias químicas llamadas hormonas, se envían mensajes, a través de la hipófisis o directamente, a las glándulas suprarrenales que responden segregando otro mensajero químico similar que se llama adrenalina.

Ambos mensajeros hacen que el corazón lata más deprisa, las arterias se contraigan y la tensión arterial aumente, aparezca la sudoración (destinada a enfriar la piel si hay que hacer un gran esfuerzo), el hígado suelte glucosa (azúcar) a la sangre que los músculos emplearán como combustible, la saliva y otros jugos digestivos dejen de segregarse, pues no interesa desperdiciar la energía disponible (como consecuencia la boca se secará y la digestión se detendrá), etc.

¿Qué sucede cuando el peligro ha pasado (hemos saltado a la acera y el coche se ha ido?).

Es preciso que el SISTEMA NERVIOSO PARASIMPÁTICO (Que tiene sus raíces en el tronco cerebral y en la médula espinal de la espalda baja) se ponga en funcionamiento para contrarrestar los mecanismos activadores del sistema nervioso simpático y restablecer la homeostasis, o equilibrio.

Si el corazón latía deprisa se pausará, si las arterias se habían contraído se dilatarán, la respiración que se había acelerado se hará más lenta, el azúcar en la sangre disminuirá, la digestión se reanudará, etc. Sentimos que se apacigua y se normaliza nuestro organismo. Entre los efectos parasimpáticos que percibimos se cuentan: disminución de los ritmos cardiaco y respiratorio, mejoría de la circulación de pies y manos, mejoría de la digestión, y disminución de la tensión muscular. Estos son los mismos efectos que se obtienen mediante la práctica de la relajación ya que ésta estimula el nervio VAGO responsable de activar el sistema Nervioso Parasimpático.

La activación de cada uno de los sistemas tiene los siguientes efectos:

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No dudéis en contactarnos para mas información sobre este tema o sobre los talleres de relajación en grupo que organizamos.