“Mi hijo tiene dos años y medio y apenas habla, tan solo dice unas pocas palabras, pero en comparación con otros niños de su edad, creo que lleva bastante retraso. Su primo que tiene la misma edad, es capaz de realizar frases enteras, no sé qué hacer, ¿debo acudir a un especialista?”
Este discurso es bastante habitual entre padres cuyos hijos empiezan a hablar más tardes de lo habitual. Ante la decisión de si llevarle a un especialista o esperar, es importante conocer antes, el proceso normal de desarrollo del lenguaje. Esto nos ayudará a tomar una decisión.
Las siguientes normas sobre el desarrollo pueden servirnos de guía:
De los 6 meses hasta los 10 meses
Los niños producen sonidos llamados balbuceos. Las primeras consonantes pueden ser combinadas con las vocales para hacer sílabas. Los bebés empiezan a unir sonidos, a incorporar las distintas entonaciones del habla
De los 12 a los 15 meses
Los niños de esta edad deberían tener un amplio abanico de sonidos en su balbuceo (como p, b, m, d, o n), empezar a imitar y aproximarse a sonidos y palabras.
Se llama la etapa de una palabra (o holofrásica). Cada palabra constituye una frase por sí misma. Ejemplo, “Abe” para expresar (pela la naranja).
De los 18 a los 24 meses
Aunque existe una gran variabilidad, la mayoría de niños son capaces de decir unas 20 palabras cuando tienen aproximadamente 18 meses y unas 50 o más cuando cumplen dos años.
En torno a esta edad, los niños empiezan a combinar dos palabras en frases (etapa telegráfica) muy simples, como «bebé llorar» o «papá grande», “más galleta” (por quiero comer otra galleta).
De dos a tres años
Se suele presenciar una «explosión» en el habla, hay un aumento sustancial en el vocabulario del niño.
A partir de los 24 meses, los niños comienzan a usar construcciones gramaticales de varios tipos: participios usados como verbos, preposiciones, plurales, verbos en forma pasada irregular, posesivos, el verbo ser / estar, artículos…
A partir de esta edad, son comunes ciertos errores articulatorios como omisiones de fonemas “ato por gato”, sustituciones “taballo por caballo”, inversiones “murciégalo por murciélago”, simplificaciones “fono por teléfono”…
Estos errores en el desarrollo del lenguaje forman parte del desarrollo normal del lenguaje, sin embargo, si estos errores se extienden en el tiempo o son muy frecuentes, debería consultarse a algún especialista para que valore el habla de su hijo/a.
Hasta la edad de 6 años se considera que el niño no domina la correcta articulación de todos los fonemas, por lo que no se puede hablar de dislalia si antes de esta edad pronuncia incorrectamente algún fonema, sin embargo cuanto más tarde se inicie la intervención, más difícil será la re-educación, ya que el niño tendrá instaurados malos hábitos, más aún si ha iniciado la lectoescritura, donde cabe la posibilidad de que se trasladen errores articulatorios a la escritura.
La regla de oro para la prevención es muy simple: acudir en caso de tener sospecha de que algo no evoluciona de forma correcta. En muchas ocasiones, esta labor preventiva previene de trastornos o alteraciones mayores.
A continuación os presento una serie de orientaciones para la estimulación del lenguaje de vuestro hijo/a:
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Háblale despacio y de forma clara.
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Habla a tu hijo/a tan a menudo como sea posible.
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Háblale correctamente y no imites su forma de hablar.
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No le atosigues porque te parezca que va lento, cada cual tiene su ritmo de habla.
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Dale tiempo para que responda a tus preguntas.
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Repítele todo las veces que lo necesite, pero siempre de forma natural.
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No corrijas inmediatamente las producciones erróneas del niño/a. Utiliza esa palabra en una frase para que la escuche bien producida y además extiéndela. (Ejemplo: “el pero lada” se le dice: si, es verdad, “el perro que juega con ese niño ladra muy fuerte”).Mensaje en forma de “Eco”.
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No intentes corregir los errores fonológicos del niño/a (eso es labor del logopeda), limítate a que te oiga correctamente y comprenda lo que quieres decir.
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Adapta la longitud de tus enunciados a la capacidad del niño/a.
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No reírse nunca de los errores fonológicos cometidos por el niño/a.
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Intenta que tu hijo/a sienta que le comprendéis, haz esfuerzos por comprenderle y que el niño/a no se sienta frustrado, por ahora es más importante el contenido del mensaje que su forma de expresarlo.
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Siempre que el/la niño/a inicie una conversación intenta que esta se mantenga el mayor tiempo posible.
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Si le cuesta utilizar correctamente alguna de las partes de la oración o las construye mal, ofrécele el modelo correcto, pero tomando aquello que ha dicho y repitiéndoselo correctamente. (Ejemplo: “¿e su oche de su papa?”. Si, es el coche de su papa, es de color rojo, como a mí me gustan ¿a ti como te gustan los coches?.
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Aprovecha las ocasiones en las que el/la niño/a disfruta contigo para hablar con él/ella, juega con él/ella, léele cuentos, dibuja…
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Compórtate de forma “novata” con el/la niño/a, es decir, pídele que te explique las cosas que está viendo, el juego con el que está jugando,… con el fin de conseguir compartir cosas con ella/él.
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Contar cosas de forma ordenada: que ha hecho antes y después, que hará enseguida, luego…
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Preguntarle a menudo por sus juegos y escuchar las explicaciones.
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Mirar con él/ella cuentos y revistas y que diga los nombres de los objetos que aparecen en las imágenes.
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Enseñarle canciones, adivinanzas, refranes,..
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Jugar al “Veo veo” (nombrándole características del objeto).
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Juega con el/la niño/a a imitar sonidos del entorno, de animales o personas, enséñale de donde proceden y anímale a imitarlos.
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Juega con tu hijo/a a hacer movimientos con los labios, como hacer morritos, dar besitos, hacer pedorretas…; con la lengua, lamerse los labios, sacar la lengua fuera de la boca, subirla hasta la nariz…(es importante fortalecer los músculos que intervienen en el habla).
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Jugar a soplar molinillos de viento, hacer burbujas de jabón, soplar silbatos, inflar globos… (el soplo juega un papel importante en el habla, poténcialo).
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