shutterstock_80712136Normalmente, cuando alguien se suicida, lo que busca es una solución permanente a un  dolor temporal muy intenso….

Según la OMS el suicidio es la segunda causa principal de defunción en las personas de entre 15 y 29 años y se dan más de 800.000 casos cada año en el mundo. Sólo en España  se quitaron la vida 3.910 personas en 2014, alcanzando un récord histórico por ser la mayor cifra registrada desde 1980. Casi 4000 suicidios. Este número resulta muy impactante y más si lo comparamos con el número de personas que fallecieron ese mismo año en nuestro país en accidentes de tráfico, pues estaríamos hablando de unos 2000, cerca de la mitad. Pese a la gravedad de estas cifras, se trata de  un tema poco conocido que arroja numerosas incógnitas y por ello queremos dedicar este post a resolver algunas de las preguntas que nos hacéis  a través de las redes sociales y a ofrecer información fundamental de cara a su prevención.   

¿Por qué se estigmatiza el suicidio?

En general, en la sociedad española no nos sentimos cómodos hablando de la muerte. El suicidio, en concreto, es un tema tabú, uno de los dramas más silenciosos que existen, no genera polémicas en los platós de televisión ni hablan de ello en sus discursos los políticos. En España, hasta finales del siglo XX , la Iglesia Católica privaba del rito funerario y de la sepultura eclesiástica a quienes se habían suicidado. Pese a que ya no se les esconde bajo montones de piedras, se les sigue escondiendo tras un muro de silencio. En el ser humano el instinto más fuerte es el de supervivencia, parece que hay una regla no escrita que nos prohíbe dejar la sociedad cuando nosotros queramos, el suicidio rompe con esta regla y por ello se le estigmatiza.  Muchas veces el entorno de la persona que se ha suicidado se siente enormemente culpable por no “haber podido salvarlo”, a menudo sin querer hablar o que les hablen de ello y rodeando el suicidio con un halo de silencio. Los “superviventes”, así se denomina a aquellos familiares que se quedan cuando alguien se marcha suicidándose, suelen sufrir la tortura del “y si”: “Y si hubiera dicho esto, si hubiera hecho aquello…”. Es frecuente que comiencen a analizar todos los meses anteriores, recordando cada detalle, conversación, buscando cualquier tipo de señal sin llegar a comprender nada.

¿Es malo preguntar a alguien que está pensando en suicidarse sobre ello? ¿Puedo incitarle?

Preguntar y hablar con la persona sobre sus pensamientos suicidas de forma adecuada disminuye el riesgo de que llegue a cometer el acto. Es necesario preguntar a la persona por cómo se siente y por cómo está pensando en ese momento para poder aliviar su tensión. Para ello es importante escucharle y respetar sus pensamientos y nunca discutir o tratar de restarle importancia a sus ideas o razones, ya que valorar desde nuestra perspectiva lo que para otro puede ser grave o menos grave puede aumentar el dolor que está experimentando.

¿Es cierto que la persona que se quiere suicidar simplemente lo hace y no avisa?

NO, casi nunca es cierto. Con frecuencia, la mayor parte de las personas que han terminado por suicidarse lo han expresado previamente ya sea con palabras, gestos, amenazas o comportamientos extraños. De cada diez personas que se suicidan, nueve han expresado claramente sus propósitos. La mayoría de los suicidas han dado avisos claros de sus intenciones.  Es cierto que el suicidio puede ser resultado tanto de actos impulsivos, repentinos como de actos planificados cuidadosamente, no obstante, siempre suelen existir signos directos o indirectos, verbales o no verbales y pistas en general que nos pueden ayudar a reducir el riesgosuicida. Es muy difícil delimitar cuándo se trata de lo que se conoce como “llamada de atención” o un verdadero intento de suicidio, incluso en ocasiones ni quien está realizando la conducta puede tener claro cuál es su objetivo. Por ello, en el caso de detectar estos signos será necesario contactar con un profesional de la salud que evalúen el caso y puedan llevar a cabo las pautas más adecuadas.

¿Es posible hacer algo ante la conducta suicida?

SI, podemos prevenirla. Para ello es muy importante que los profesionales de la salud recibimos entrenamiento en la detección de las señales de alerta o de riesgo, conociendo cuáles son los factores que reducen (de protección)  o aumentan (de riesgo) su probabilidad de aparición. Desde la familia y el entorno será fundamental normalizar el sufrimiento de la persona y acudir a un profesional cuanto antes, con el objetivo de recibir la información necesaria y poder minimizar el estigma que rodea este tipo de fallecimientos. NO DEBEMOS MIRAR PARA OTRO LADO. Deberán ser los profesionales de la salud los que determinen las conductas más adecuadas para cada caso.

¿Qué y cuáles son los factores de protección?

Son aquellos aspectos que debemos promover ya que reducen las probabilidades de que aparezcan pensamientos o conductas suicidas.  A mayor número de factores de protección presentes menor será la probabilidad de suicidio, pero ojo, que estos estén presentes no significa que la persona no pueda llevar a cabo la conducta de suicidio, hablamos sólo de probabilidades. Entre los diferentes tipos podemos destacar:

  • Familiares: como un adecuado apoyo familiar con un alta cohesión entre sus miembros
  • Sociales: los amigos son uno de los mecanismos de protección más efectivos.
  • Personales: La confianza en uno mismo por poseer adecuadas habilidades de comunicación o de solución de problemas, la búsqueda de consejo cuando surgen dificultades, las actitudes o valores positivos (respeto, solidaridad, amistad, etc.) o las creencias religiosas

¿Qué y cuáles son los factores de riesgo?

Al igual que los de protección son un conjunto de situaciones (ya sean familiares, sociales y personales) que influyen en la probabilidad de aparición de los pensamientos, intentos y/o conductas suicidas, en este caso aumentando dicha probabilidad. Ahora bien, que no se den estos factores no implica que la persona no pueda llevar a cabo un intento de suicidio.

  • Familiares:  Antecedentes familiares de suicidio, abuso de alcohol o drogas en la familia, altos niveles de crítica y hostilidad en el núcleo familiar o haber sido víctima de maltrato físico, psicológico y/o abuso sexual.
  • Sociales: La presencia de acontecimientos negativos como la muerte de una persona querida o problemas legales y/o sentimentales, el desempleo, el aislamiento social o las barreras en el acceso a los servicios socio-sanitarios como los Servicios de Salud Mental y los Servicios Sociales
  • Personales:  Sufrir problemas de salud que invalidan a la persona, como el cáncer o enfermedades neuro-degenerativas, así como algunos desórdenes mentales (sobre todo las que tienen que ver con abuso de sustancias o alteraciones del estado de ánimo, esquizofrenia o trastornos de la personalidad) constituye un importante factor de riesgo. Estos aspectos adquieren aún más peso cuando la enfermedad mental es persistente, está marcada por frecuentes recaídas o no existe un adecuado cumplimiento del tratamiento.

Otros factores a tener muy en cuenta son los altos niveles de impulsividad, agresividad o baja tolerancia a la frustración, así como sentimientos de fracaso personal o desesperanza.

Se debe tener especial cuidado cuando la persona ya ha pensado en el suicidio como una opción o ha llegado a intentar llevarlo a cabo. Es fundamental recordar que a mayor número de intentos previos, mayor es el riesgo.

Una vez conocidos estos factores de riesgo, es fundamental que nos centremos en cambiar aquellos que son modificables y que los profesionales de la salud aunemos nuestros esfuerzos de cara a la prevención de aquellos que no lo son (por ejemplo, el abuso de drogas en la adolescencia o la mejora de la adherencia al tratamiento en distintas enfermedades mentales). Por ello, la prevención primaria desde la familia y la escuela será un aspecto fundamental para que los niños y adolescentes reciban un apoyo afectivo incondicional, se acostumbren a pedir ayudar ayuda cuando la necesiten y sean capaces de afrontar de una forma adecuada las emociones y situaciones negativas. Teniendo esto en cuenta es muy importante destacar que el manejo emocional a edades tempranas puede convertirse en unos de los más potentes factores de protección.

No debemos olvidar que la persona que se suicida no busca la muerte, sino que busca dejar de sufrir. Vivir, como ya hemos dicho antes, es uno de los instintos más fuertes que tenemos, NADIE QUIERE MORIR, lo que se busca es acabar con el sufrimiento,con la vida tal y como la está viviendo.

En próximas entradas hablaremos sobre señales de alerta de la conducta suicida, así como algunas pautas o recomendaciones a seguir en el caso de sospechar o conocer algún tipo de ideación suicida en las personas de nuestro entorno.

El suicidio como hemos indicado anteriormente, es un tema en ocasiones tabú, complicado, que está rodeado de muchísimas incógnitas, por lo que te animo a compartir tus dudas  escribiendo a mperez@psicologosancora.es