A lo largo de nuestra vida tenemos que despedirnos de gente que es importante para nosotros. Ante las pérdidas todos nos hemos preguntado alguna vez “¿Lo habré superado? ¿es normal lo que estoy sintiendo? ¿por qué me pasa a mi? ¿este dolor va a ser eterno?”. Por otro lado, si la pérdida sufrida es de un familiar o allegado nos realizaremos preguntas como “¿De qué manera puedo ayudar a esta persona? ¿le estaré ayudando?” A lo largo de este artículo trataremos de reflexionar y dar respuestas a estas cuestiones, viendo las diferentes etapas que se experimenta cuando se sufre una pérdida y cómo podemos ayudar a un ser querido a llevarla de forma saludable.
En general, la mayoría de nosotros ha experimentado algún tipo de pérdida. Con esto no sólo nos referimos a la muerte de una persona, que es lo que solemos asociar cuando hablamos de duelo, sino también al duelo que sufrimos después de una ruptura amorosa, cuando abandonamos un hogar para vivir en otra ciudad, cuando perdemos un trabajo después de muchos años o incluso cuando perdemos un objeto que tiene un carácter muy significativo para nosotros.
En principio el duelo se trata de un proceso natural y necesario al que nos enfrentamos en algún momento de nuestras vidas tras una pérdida. Es muy importante ser conscientes de que ocultar el duelo y no expresar todas las emociones que este proceso conlleva puede tener gran impacto en nuestra vida, en estos casos, puede convertirse en algo patológico.
Cuando encubrimos o escondemos el dolor que nos genera una pérdida suele ser por varias razones, entre ellas: “No quiero ser una carga para los demás”, “si expreso emociones y sentimientos me siento vulnerable y débil, de esa manera no soy fuerte” o por razones como “el tiempo lo cura todo”, olvidando o dejando atrás un proceso fundamental por el que hay que pasar como es la ventilación emocional (desahogo).
Las emociones de este proceso suelen ser muy variadas desde la tristeza por extrañar a esa persona, hasta la culpa (por poder haber evitado esa pérdida) o la rabia (por sentir que esa persona te ha abandonado), pasando también por periodos de ansiedad. También querer permanecer solo, dormir poco o en exceso, falta de concentración, tener pesadillas, pérdida de interés por actividades que antes disfrutaban, opresión en el pecho o garganta, hipersensibilidad al ruido, debilidad muscular y sequedad de boca, son señales que pueden aparecer durante el curso de duelo.
Es muy importante conocer las fases del duelo para normalizar esta experiencia tras una pérdida. Montoya (2001) divide el proceso en cinco fases, sin embargo, no todas las personas atraviesan estas 5 etapas y el orden de aparición puede diferir.
1. AFLICCIÓN AGUDA: Incredulidad, confusión, inquietud, angustia, pensamientos obsesivos sobre los hechos que condujeron a la pérdida y a la muerte, síntomas físicos. Es frecuente que se repitan frases como «no puede ser cierto» o «seguro que está en algún hospital». En esta fase es bueno que los familiares hablen sobre la pérdida y compartan recuerdos.
2.CONCIENCIA DE LA PÉRDIDA: Aceptación de la pérdida pero gran desorganización emocional, ansiedad de separación, culpa, rabia o negación. En esta fase es habitual preguntarse el por qué de la pérdida. Es frecuente que algunos dolientes eviten la expresión emocional diciéndose argumentos como “todo debe continuar” o es ley de vida. Esto hace que no se permita un espacio donde expresar sus sentimientos.
3. CONSERVACIÓN – AISLAMIENTO: Tristeza. Se presenta aislamiento, trastorno del sueño, desesperación, desamparo, impotencia. En esta etapa es muy importante de trabajar porque aparece una culpabilidad muy fuerte, la persona se cuestiona su comportamiento y la escala de valores. El perdón, la comprensión y la aceptación de las propias limitaciones es la única manera de paliar la culpa.
4.CICATRIZACIÓN: Aceptación intelectual y emocional de la pérdida. Se reconstruye la vida y se busca un significado. El dolor se ha convertido en un motor de cambio. El doliente adapta su visión de la realidad y su comportamiento en función del impacto emocional de la pérdida y comienza una nueva vida.
5.RENOVACIÓN: La vida tiene otro sentido y vive para sí mismo, sin reacciones fuertes de aniversario y aumenta autoestima.
Habitualmente, los familiares o personas allegadas desean ayudar al doliente, sin embargo, no todo vale en esta esfera tan complicada. Estamos tan acostumbrados a todos los tópicos que nos ha inculcado la sociedad, que seguimos cayendo en ellos y ni siquiera nos cuestionamos las palabras o frases que le estamos verbalizando a la persona afectada. En numerosas ocasiones, debido a estos tópicos, los dolientes se frustran, sienten más ansiedad y se cierran, evitando a toda costa los sentimientos que experimentan. En efecto, se dificulta el proceso del duelo pudiéndose convertir en un duelo patológico.
A continuación vamos a ver las cosas que son más apropiadas y se adaptan mejor a las necesidades del doliente.
Obligar a la persona que está procesando el duelo a asumir un papel, diciendo: “Lo estás haciendo muy bien” ”tienes que seguir con tu vida” “ todo pasa”, no es lo más adecuado. Debemos dejar que la persona tenga sentimientos perturbadores, sin querer evitar a toda costa que pase por ese sufrimiento. Aunque nos duela ver mal a nuestro familiar o amigo, hay que normalizar y naturalizar esos sentimientos, dado que son producto de la situación que está viviendo. Si no se sabe qué decir puede preguntar: “¿Cómo estás hoy?” o “He pensado en ti, ¿Cómo te está yendo?”
En muchas ocasiones nos prestamos como consejeros diciendo “ tienes que estar distraído””no puedes estar llorando todo el rato” “tienes que hacer más vida social”. Todo esto puede resultar contraproducente, ya que se está forzando al superviviente a estar bien y parece que no se puede permitir expresar sus sentimientos. En estos casos para que este se sienta cómodo y en confianza es preferible escuchar un 80% y hablar un 20%.
Sugerir que “el tiempo todo lo cura”, es un error muy frecuente que todas las personas solemos cometer ante estas situaciones. Como el dolor es subjetivo no podemos establecer una fecha para su finalización, sin embargo, el trabajo que hay que realizar para disminuir este dolor es más activo de lo que realmente creemos.
Es recomendable cambiar el “llámame si necesitas algo” por ofrecer ayuda concreta y tomar la iniciativa de llamar a esa persona, siempre y cuando respetemos también su intimidad.
Es muy importante que en esta etapa la persona sienta que los familiares o allegados “están ahí”, acompañándolo durante el proceso del duelo. Utilizar frases típicas como “ hay muchos peces en el mar” “ya se pasará” “eso es una tontería” “es lo que toca” “es ley de vida” puede producir un efecto contrario al que se quiere conseguir, ya que la persona tiene la gran convicción de que no le estamos entendiendo. Aprender a manejar los silencios y conseguir un contacto físico adecuado, como un abrazo o una mano en el hombro, puede resultar muy beneficioso.
De vez en cuando, cometemos el error típico de decir “sé cómo te sientes”, y aunque creamos que es una manera de mostrar empatía por el doliente, este puede frustrarse mucho y pensar que es un incomprendido. Por ello, lo más correcto es que no demos por supuesto su dolor y cambiemos esa frase por, “¿Cómo te sientes?” o un silencio para que el superviviente pueda expresar sus emociones.
Por último, el doliente suele meterse presión a la hora de superar el duelo con frases como “tengo que estar ocupado” o “tengo que superarlo ya que hace tiempo que ocurrió”, si los allegados o familiares le repiten estas mismas frases, están fomentando a que se transforme en un duelo patológico dificultando el proceso. Por eso es recomendable normalizar que el duelo es un proceso lento y paciente e invitar a la persona a que pueda contar los recuerdos sin ninguna presión por parte del oyente.
Como colofón podemos concluir que para realizar un duelo sano es muy importante normalizar y aceptar las etapas por las que se atraviesa, tanto el doliente como los familiares y allegados que están con él. Además es primordial conocer que el orden de aparición de estas cinco etapas puede diferir de una persona a otra y que no todos los dolientes pasan por estas 5 fases.
A pesar de que estemos hablando de las diferentes fases de un duelo normal, es decir, un duelo no patológico, es aconsejable acudir a un profesional que pueda proporcionarnos las herramientas necesarias para facilitarnos el proceso por el que estamos atravesando.
Para facilitar el proceso del duelo de un familiar o allegado, es muy importante, como ya hemos comentado anteriormente, evitar frases como “el tiempo todo lo cura” “hay más peces en el mar” “todo pasa” o “tienes que seguir con tu vida”. En estos momentos lo que necesita el doliente es que le escuchen y le apoyen durante el proceso.
En síntesis, cosas que no ayudan a experimentar un duelo normal son:
- Animar al doliente cuando este necesita un espacio para hablar y expresar lo que siente
- Prestarnos como consejeros para decir al doliente lo que tiene que hacer
- Sugerir que el tiempo todo lo cura, asignándole un papel pasivo
- Dar por supuesto como se siente la persona que está atravesando por el proceso
- Meter presión a la persona para que supere cuanto antes el duelo
Si alguien cercano o tú mismo está atravesando un duelo y deseas más información, no dudes en ponerte en contacto con nuestro equipo o comentar en esta publicación.
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